MAL MENOR

Según un artículo de Anthony Padovano, el pensamiento de la Iglesia Católica ha afirmado consistentemente la necesidad de tomar en cuenta el principio del mal menor. Este enfoque argumenta que, en ocasiones, la ambigüedad de las opciones hace necesario elegir un mal a fin de impedir otro de mayor magnitud. De este modo, una mujer embarazada puede optar por la remoción de su útero canceroso aunque ello implique la muerte del feto, puesto que la intención es la preservación de su propia vida”.

También expresó en un artículo publicado en la revista Conciencia Latinoamericana, que “la mayoría de la gente se sorprendería si supiera que el 90% de los teólogos que conformaban la Comisión Papal sobre el Control de la Natalidad al concluir el Concilio Vaticano Segundo sostenían que el control artificial de la natalidad no era intrínsecamente malo”.

Según cifras de la Organización Mundial de la Salud, correspondientes a diciembre del 2004, 40 millones de personas conviven con el estigma del VIH o padecen enfermedades asociadas al virus. Por otra parte, la entidad calculó que cada año ocurrían entre 2 a 4,4 millones de abortos entre jóvenes de 15 a 24 años bajo condiciones ilegales.

Ante todo este panorama, la entidad médica ya en 1995 declaró a la anticoncepción de emergencia en la lista de “fármacos esenciales” y en el “paquete de salud” de refugiadas por ser tan vulnerables respecto de la violencia sexual.

La introducción de estos medicamentos como políticas de Salud Pública, no debería ser atacadas por las filas más conservadoras de la Religión, ya no que no se está tratando de valores cristianos, que llevaron a muchos hombres y mujeres a vivir la sexualidad con una gran carga de conciencia; sino de priorizar la vida humana y contribuir a la disminución de los índices de mortalidad infantil en varios países del mundo.